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Lanzamos el sexto y penúltimo de los concursos. Como os conozco sé que lo esperábais. Os veo cuchichear nerviosos en la clase, sobre todo el grupito del fondo.
Recordad: 100 palabras máximo, con firma y dentro de un plazo de recepción de originales que se cerrará el jueves 27 de noviembre a las 23:55 horas.
El tema que debe inspirar las creaciones es: LA LUJURIA (no hace falta que aparezca el término o sus sinónimos, lo importante es que aparezca el concepto).
Podéis consultar las BASES o directamente empezar a dejar vuestros relatos en los comentarios de esta entrada. Pronto abriremos otra en la que iremos recopilando los cuentecillos, les asignaremos un número en función del orden de entrada.
Sé que sabéis mucho de este pecado, que habéis leído, que os ha contado un amigo, sé que veis películas de gente desnuda y se os llena la boca de saliva, os tiembla el entendimiento y tenéis fantasías abstrusas que no os atrevéis a contar a nadie. Pues os buscáis un nick y os desahogáis. Y bueno, ejem, si se os ocurre un relato lo presentáis.
Poseer, amar, contemplar, lamer, acariciar, saborear, incitar... todo puede hacerse con el regalo sorpresa, así que manos a la obra.
Si no tienes idea de qué significa este pecado, o tienes pensamientos tan depravados que no vas a compartirlos, guarda tu energía, no te toques mucho que te quedarás tísico y apuestalo todo al último pecado que queda.
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20 comentarios:
Acarició suavemente sus tetas, firmes como el mármol. Sabía estimularlas perfectamente para que aquellos pezones se irguieran como lo hacía al tiempo su miembro. Le recordaba al tacto de su vagina, tan cálido y acogedor. Recordó con extraordinaria viveza cuando la poseía por completo, él dentro de ella, formando un sólo cuerpo. Un escalofrío de placer le recorrió. Lamió con ansia sus pechos, pronto la leche de mamá inundaría su boca.
Pasas por mi lado, y el aroma de tu sexo provoca tal golpe en mis sentidos que desde ese momento solo pienso en sentirte dentro de mí. Tu piel calentando la mía, tu aliento llenando mi boca, tu olor mezclado en mi sexo con la humedad que me provocas. Siento el placer inundando mi cuerpo sólo mirándote, oliéndote, tocándote. Necesito tenerte. Quiero tenerte. Me duele no sentirte. Ardo de deseo por ti. ¿Sientes el fuego en mi?
Tumbado en la cama y con un asunto entre manos se dialogó:
"¿Por qué si me hago diez pajas lo llaman vicio?
Si echase 10 polvos lo llamarían lujuria".
Y no tuvo por más que asumir:
"Pobres sexabstemios. Nunca podremos aspirar a alcanzar la brillante fama de la lujuria.
Tendremos que conformarnos con vivir bajo la pestilente sombra del vicio".
Todas las noches me escapaba para espiarla. La visitaban hombres muy disímiles. Ella sabía que lo hacía, así que, cuando tenía poco trabajo, me llamaba para darme caramelos. Pero como era tímido, la obligaba a dejarlos sobre un peldaño. Olían a ella. Un día reuní coraje… Enseguida congeniamos y comencé a frecuentarla. Yo le leía -ella no sabía- novelas románticas. «Si tuvieras edad», decía, y suspirábamos. Pero una tarde la casera me vapuleó: ella se había marchado. Como despedida, un sobre con un beso inmaculado. Entonces, desde que pude comencé a buscarla de burdel en burdel como a un fantasma.
Si es que fijas tu mirada en mí y ya lubrico...
Se descubrían espiándose de reojo entre las sábanas de sus pensamientos. ¿Café sólo o sin azúcar? Los rincones de la habitación rememoraban cada una de sus pasiones desbordadas. Ligera sonrisa ruborizada. Horas enteras de placer concentrado, de mentes en blanco. Reunión con los ingleses en cinco minutos… Ella. Agua en la ducha y sus cuerpos fusionándose. Maletín, taxi, oficina, cerrar la puerta tras de si, aspirar su olor en la piel. Hora de pagar en recepción y el olvido.
Y tu boca, entreabierta, despierta en mi la sed infinita.
Estoy sudando. A tu lado. Estás completamente desnudo. Profundamente dormido. Tentación resbaladiza. Sonrío. Rozo apenas tu piel con la yema de mi dedo índice y ya puedo sentir mi humedad. Suave. Me deshago de mis bragas. No te mueves. Me deslizo bajo las sábanas y te mimo entero. Lamo. Acaricio. Pruebo.
Entras en mi iglú blanco. Me miras adormilado: ¿No te da vergüenza esconderte bajo sábanas ajenas?
Abro los ojos. Mis dedos perdidos en mi centro de gravedad.
No me avergüenza que me pilles metida en tu cama.
Pero no entres sin avisar en mis sueños. Aguafiestas.
Dejaste que mis manos exploraran tu cuerpo para escondérmelas, niña traviesa, por tus valles secretos, por tus confines no revelados. Y, calladamente, me has ido dejando pistas aquí y allí -huellas de osados índices, sombras de alados meñiques- para que mis labios, beso a beso, durante horas innumerables, cartografíen tu cuerpo y lo añadan a sus geografías… Pero tú bien sabes, pasajera de mi deseo, que este viaje no puede ser infinito, que debe terminar, allí, dónde -siempre supe- ocultaste mis manos; en esa porción perfecta de rosado humus que me aguarda para estallar como un géiser de ternura descontrolada…
Te observo entre la gente, en la distancia, y deseo todos los poros de tu piel. Tu gesto... tu mirada cómplice... tu juego de provocación. Abandono la habitación y siento el sonido de tu cuerpo que me busca.
Miro en la distancia tu silueta a contraluz. Tu cuerpo pidiendo a gritos que le despojen de ese traje cutre de oficinista aunque la camisa deja adivinar una espalda muy acariciable y al pantalón hay que darle el mérito de marcarte un culo muy estrujable. ¿Cómo no te puedes dar cuenta que estoy observando cada uno de tus movimientos?
Vuélvete, vuélvete, mírame- desea mi mente a pleno pulmón.
Miras y sonríes. Pobre, en realidad no estás tan lejos. Tu frente a la fregadera y yo en la puerta. Y detrás de ti no hay ninguna salida….
Esos pechos cántaros de maná y esos rizos dorados asomando por encima de su lencería de encaje levantaron su ánimo hasta constreñirlo en sus ajustados vaqueros.
Ya se había ido el mensajero que mascaba chicle, ajeno a todo, cuando Julia regresó al salón. Se llevó el dedo de su marido a la boca y sintió el roce de la yema en el interior –rosa, húmedo y deslizante- de sus labios. La caricia le provocó cosquillas, aunque no se rió. ¡Seis semanas sin hacer el amor! Con la lengua se encargó de empaparlo, maltratarlo y succionarlo hasta que comprendió que necesitaba aquel dedo en sus bragas. De camino al dormitorio, entre suspiros, se prometió telefonear al inspector para confirmar las sospechas: a su marido lo habían secuestrado.
Tus pasos detrás de mi se aceleran igual que el ritmo de mi respiración al acercarte.
Me detengo.
Tu cuerpo se aprieta contra el mío. Tu olor embota mis sienes y despierta mis instintos. Tus labios recorren mi nuca y al acercase a mi oído susurran: ahora.
Me llevas a una habitación, es un despacho... hay un sillón en el que tomas asiento... estoy frente a ti, mi mente y mi sexo húmedos te esperan.
Cada vez que te asomas a mis labios
nuestras lenguas descubren sus secretos
y enmudecemos sin piedad,
perdidos en la selva del placer.
Todavía no.
Solo cuando tus regiones de seda,
para que sea eterna la llegada.
El húmedo silencio de tu cuerpo
me suplica que no,
no hasta que aprenda a deletrear tu noche.
Y por qué no aún,
ahora que el deseo nos ha cubierto.
Pues si. Ahora si. Este es nuestro destino.
Que sea mi cuerpo voluntad del tuyo
como un acariciado testamento.
Y vuélvase delirio nuestra vida
porque en tu cuerpo, morir no es un error
Me acerco hacia ti… separas tus piernas y me coloco entre ellas, tus manos ascienden suavemente desde los tobillos hasta la zona interna de mis muslos y vuelven a bajar, despacio, llevando mis braguitas hasta tu bolsillo. Me acomodo en tus caderas y puedo sentir tu miembro henchido… me muevo al ritmo que marcas… tus manos pasan a los botones de mi blusa, cuando sueltas mi sujetador y tu boca se hunde entre mis pechos también tu sexo lo hace en mi llevando mis sentidos más allá de la consciencia.
Padre, vengo a confesarme... he pecado ante dios y ante la iglesia... ella me sedujo... me incito... y yo fui débil ante mi Lolita... no pude resistirme a forzarla... pero me arrepiento de lo hecho, y aunque ya no tengo perdón para los humanos, vengo aquí para que me libres de esta carga ante nuestro señor... ya oigo las sirenas... pida por mi por favor... por que no reciba donde vaya lo mismo que le hice yo a la chiquilla...
-Abrázame… – Me dijiste
- No necesito nada más… – Me mentías
- Solo quiero tenerte una última vez junto a mi… - Me envolvías
- Antes… antes de que me dejes para siempre… - Susurrabas mientras tu mano exploraba algo más que el torso que te di para abrazar.
Y pensé como otra vez había logrado llevarte a la cama. Otra noche más que me retienes por pensar con las pelotas.
De mañana no pasa.
Manos que rozan, resbalan, aprietan, absorben.
Cuerpos que oprimen, perturban, bullen, tiemblan.
Gritos desgarrados.
Susurros descarados.
Ojos que se pierden.
Ojos que no pierden detalle.
Fotos mentales.
(No es casualidad que ese espejo esté ahí).
Disculpas, envié la versión equivocada, ésta es la buena:
Manos que rozan, resbalan, aprietan, absorben.
Cuerpos que oprimen, perturban, bullen, tiemblan.
Gritos desgarrados.
Susurros descarados.
Miradas que se pierden.
Ojos que no pierden detalle.
Fotos mentales.
Intérprete y espectador.
(No es casualidad que ese espejo esté ahí).
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