lunes, 20 de octubre de 2008

Concurso de Microrrelato Animal (4) - GULA

.

Lanzamos el cuarto de los siete concursos de rel-átomos (inteligencia nuclear).

Recordad: 100 palabras máximo, con firma y dentro de un plazo de recepción de originales que se cerrará el jueves 30 de octubre a las 23:55 horas.

El tema que debe inspirar las creaciones es: LA GULA (no hace falta que aparezca el término o sus sinónimos, lo importante es que aparezca el concepto).

Podéis consultar las BASES o directamente empezar a dejar vuestros relatos en los comentarios de esta entrada. Pronto abriremos otra en la que iremos recopilando los cuentecillos, les asignaremos un número en función del orden de entrada.

Comeros los renglones, saboread la ambrosía literaria, el néctar de la creatividad, la chistorra del triunfo y el vino rancio de la ilusión, exultante y eructante. Escribid inspirados por vuestra debilidad o por la fortaleza de otros, como queráis.

Si os comisteis demasiados Kinder Sorpresa como para renunciar ahora al misterioso premio, habéis hecho un trueque justo. Si no es así, teclead, malditos.
Por si este banquete es demasiado breve, pensad que tenemos todavía tres pecados (si no cambia la doctrina, que todo puede ser).

.

20 comentarios:

Unknown dijo...

No puedo dejar de besarte, de lamerte el cuello, de morderte los labios, de tocarte detrás de las orejas. No puedo dejar de tocarte las cicatrices, las pecas, las corvas. Respiro lo que tu respiras, persigo tu huella en el colchón, me abrazo a tu almohada cuando te vas.

No es lujuria, es gula. Porque aunque después de tanto tiempo ya no tengo hambre, todavía no puedo evitarlo.

Chic dijo...

Rebusco en la basura. Encuentro un pequeño trozo de pastel de nata y me lo llevo a la boca. Trae consigo hormigas y restos de café. Hay una bolsa de patatas fritas terminadas, lamo la sal. Mastico durante un tiempo un chicle seco: todavía sabe a melocotón. Lo escupo y me como el final de un bocadillo. Pan con pan, comida de tontos. Luego dirán que es gula. Y una mierda. Es hambre.

Pitufa dijo...

Empiezo comiendo tu sonrisa, que se hace mia cuando te vas y paseo por la despensa. Ataco los bombones, las avellanas,las galletas y consigo que la sonrisa se pierda y llegue el dolor de tripa, pero no puedo parar de comer compulsivamente, no puedo ni hablar, estoy ocupada comiendo..

HombreRevenido dijo...

Primeros participantes de la primera semana, que el jurado premie vuestra celeridad, claro que sí.
Gracias por vuestro aporte vitamínico.

Anónimo dijo...

Sabe que no es buena idea, que es peligroso, que ya ha cenado, que después le dolerá la tripa. ¡Pero es que huele tan bien!, y tiene esos agujeros tan redondos y tan perfectos, y esa superficie tan irresistible, y ese color tan claro y tan intenso al mismo tiempo, y nadie está mirando...
Se las ingenia para hacer caer media cáscara de nuez que ha lanzado con una cucharilla, y cuando salta el muelle y el cepo deja de ser una amenaza, coge su queso y corre hasta su agujero. Así mañana, para desayunar... bah, para qué engañarse. Esta noche cenará dos veces.

Anónimo dijo...

Solía despertarse veintisiete minutos con exactitud antes de la hora programada en su reloj despertador. Los primeros tres minutos los dedicaba a a recordar qué exquisitez había comprado en su pastelería preferida. Durante los siguientes seis minutos, imaginaba como prepararía el café y el zumo de naranja. Con la ansiedad desbordada, no esperaba más. Saltaba de la cama, se daba un rápido vistazo al espejo y se apresuraba hasta la cocina. Diez minutos después, amontonando los platos usados en una pila interminable, la odiosa melodía de ese aparato inservible le recordaba que todavía quedaban demasiados minutos, para su próximo desayuno.

Anónimo dijo...

Perdón... Me he armado un lío con los minutos. Ahí va el bueno:



Solía despertarse diecisiete minutos con exactitud antes de la hora programada en su reloj espertador. Los primeros tres minutos los dedicaba a a recordar qué exquisitez había comprado en su pastelería preferida. Durante los siguientes seis minutos, imaginaba cómo prepararía el café y el zumo de naranja. Con la ansiedad desbordada, no esperaba más. Saltaba de la cama, se daba un rápido vistazo al espejo y se apresuraba hasta la cocina. Ocho minutos después, amontonando los platos usados en una pila interminable, la odiosa melodía de ese aparato inservible le recordaba que todavía quedaban demasiados minutos, para su próximo desayuno.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Aquella chica no le gustaba, pero como era la única novia que había conseguido tenía que soportarla. Y no era porque fuese fea, sino porque siempre estaba achacándole que comía demasiado y sólo le permitía repetir una vez en los lugares públicos. Pero en casa de sus padres y con los ravioles que prepara la vieja, ya era demasiado. Tendrían que terminar, pero ella quiso reconciliarse a besos furibundos. Él los halló especialmente apetitosos. Entusiasmadísimo, le comió los labios, la lengua, la boca toda, todo… Por fin su novia había comenzado a gustarle de verdad; lástima que fuese tan flaquita…

Gabriel Bevilaqua dijo...

La boca se le hizo agua cuando vio esos costillares asados, esas ensaladas multicolores, esas empanadas rebosantes… ¡Ah!, y ni que hablar del pato a la naranja, o del matambre cortado como en rodajas de luna. No aguantaba más: ya había comenzado a hundirse en su propio charco de baba. Así que, sin mediar más que un poco de sal como aderezo, se comió una a una las páginas del libro de cocina.

HombreRevenido dijo...

Pérez Caldos, creo que su microrrelato excede el número máximo de palabras. Si lo reduce un poco (4 palabras) encajará en el concurso.

Anónimo dijo...

La comida era más que una afición, era realmente una pasión que le empujaba a devorar todo lo que tenía delante: suculentos platos llenos de colorido y bien presentados... en las páginas de aquellos libros de cocina.

dani-elornitorrinco dijo...

Lo saboreó despacio, masticando bien y tratando de retener aquel trozo de seso recién cortado el máximo tiempo en su paladar. Sabía mucho mejor que la carne de la nalga o el muslo, aunque nada comparable con el salado sabor de su miembro. Su ojo izquierdo era el acompañamiento perfecto para aquella textura. Averiguar que podía seguir comiendo partes de su propia anatomía había sido todo un descubrimiento. Ya no le importaba que su madre le tuviera encerrado para que dejara de comerse a los animales de la granja.

Anónimo dijo...

Saboreo la sal que cubre la piel. Lamo curvas y depresiones, succiono recovecos Mi lengua no deja ni un rincón por explorar. Toco, acaricio, presiono, pierdo la cabeza, aparto la piel. Muerdo la carne. Disfruto cada bocado. Me chupo los dedos. Me encanta el marisco. Me chifla comerte.

Anónimo dijo...

Doctor, yo sé que la vida que llevaba de comedor impulsivo no era sana, que afectaba a mi entorno social y laboral, que acarreaba destrucción de estructuras, que alteraba el desenlace de los guiones. Comprendo que como educador infantil debo controlar mis impulsos para no ser un mal ejemplo para niños que están en pleno desarrollo de su personalidad. Pero es que yo no aguanto más, esto me supera, lo dejo. Abandono la dieta sustitutiva de frutas y hortalizas. Quiero GALLETASSSSSS!!!!!!!

Anónimo dijo...

Pido disculpas por la similitud de mi relato con el segundo de Gabriel.
Ha sido una coincidencia; cuando lo escribí aún no había leído el suyo. Tuvimos ideas parecidas (si, si, eso dicen todos los plagiadores...:-)
Saludos.

Vecu dijo...

Y después de saciarse con las uñas de las manos,
terminó con las de los pies.

Vecu dijo...

Era tan agónicamente ansioso que murió deshidratado cuando por fin terminó con toda su saliva.

Anónimo dijo...

Señor Chimpancé, me ha pillado.
Allá va mi correción:

Sabe que no es buena idea, que es peligroso, que ya ha cenado, que después le dolerá la tripa. ¡Pero es que huele tan bien!, y tiene esos agujeros tan redondos y tan perfectos, y esa superficie tan irresistible, y ese color tan claro y tan intenso al mismo tiempo, y nadie está mirando...
Se las ingenia para lanzar media cáscara de nuez desde una cucharilla, y cuando salta el muelle y el cepo deja de ser una amenaza, coge su queso y corre hasta su agujero. Así mañana, para desayunar... bah, para qué engañarse. Esta noche cenará dos veces.

Musa Sosa dijo...

El olfato consiguió iniciar la impredecible maquinaria del recuerdo. Cerré los ojos y pude verte entre fogones. Cocinando a fuego lento. Revolviendo y mezclando. Cuando las apunté con la cuchara, mi boca era un sumidero de babas. Acabé el plato y pedí otro.
Desde que llegué a Madrid voy al mismo restaurante, me sirven las lentejas y dejan el puchero en la mesa. Es un ritual. Me alimento de nostalgia. Y, cuando al fin me vacuno contra el olvido, dejo de comer y sonrío. Y ellos esperan satisfechos mi sentencia: “Estas lentejas, saben a madre.”

Angus dijo...

El día había sido perfecto. Se levanto tras haber dormido placidamente ocho horas, al afeitarse no se hizo ni un solo corte, encontró un buen sitio para aparcar y a la primera cuando fue al trabajo. Después de comer hizo el amor con su novia llegando los dos a la vez al clímax, luego le llamaron de la agencia de viajes para comunicarle que por fin lograron comprarle las entradas para ver a AC/DC y lo mejor es que, por la noche, cenando de tapas con los amigos el se comió la ultima croqueta…